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Almohadillas calientamanos


Hace poco vimos los calentadores de manos que funcionan conectándolos a través de un conector USB a una fuente de tensión. El aparato almacena energía que luego se utiliza para alimentar una resistencia que emana calor. De esta manera, mientras haya energía almacenada en la batería el dispositivo calienta las manos. La duración del calor oscila entre las 7 y las 12 horas, dependiendo de la temperatura elegida. Cuando no se necesita calor el aparato sirve como banco de energía con el cual se puede recargar el móvil, por ejemplo.

Existen otros dispositivos que cumplen la misma función pero que son mucho más simples. No necesitan ser conectados a la corriente, ni poseen batería interna. De hecho no llevan ningún tipo de electrónica. Se trata de unas pequeñas almohadillas que se pueden colocar en las manos, dentro de los guantes por ejemplo, y que al contacto con el aire alcanzan una temperatura de hasta 55 grados centígrados. Estas bolsitas "mágicas" también están disponibles para ser colocadas en los pies e incluso en el cuerpo, solucionando ese frío que se apodera de nuestras extremidades cuando emprendemos una excursión o practicamos esquí, por mucho que nuestro cuerpo esté más o menos cálido protegido por el abrigo y capas y capas de tela.

Una de las particularidades de estas almohadillas térmicas es que una vez desprecintadas no es necesario emplearlas durante las 12 horas marcadas. Si solo las necesitamos un par de horas, el resto del tiempo no se desperdicia. Basta con introducir la bolsita en un recipiente hermético (por ejemplo una bolsa de las que se emplean para congelados) para que, al perder el contacto con el aire, se detengan la emanación de calor.


Seguramente os habéis imaginado que el calor que desprende la almohadilla térmica se debe a una reacción química inocua y que no es nada más que una oxidación de hierro. En el interior de la misma hay hierro en polvo, vermiculita (una arcilla inerte), carbón activado y sal. Al contacto con el aire el hierro se oxida y desprende calor. Cuando el hierro se ha oxidado, se deja de emitir calor. De hecho si se abriera la bolsa se vería que ha tomado el color rojo característico de la oxidación de este metal. Para que el sistema funcione solo es necesario que exista hierro y oxígeno, mientras que el carbón activado y la sal actúan como electrolitos para ayudar al flujo de electrones.

La aparentemente inócua oxidación del hierro es muy similar a la combustión de cualquier material. Ambos desprenden calor pero en un caso es muy rápida (fuego) mientras que la otra es tan lenta que apenas se percibe, aunque en realidad sean reacciones químicas parecidas. De hecho este sistema acelera la oxidación y con ello el calor es percibible (sin que jamás pueda hacer llama, la temperatura no alcanza valores tan altos ni de casualidad).

Una de las ventajas de estas almohadillas es que el resultado de la reacción son materiales perfectamente biodegradables y además son muy seguras: ni se sobrecalientan ni irritan la piel. Se pueden usar para uso diario o bien para casos puntuales en que el frío de las extremidades realmente nos invalida.

¿Este tipo de reacción se puede emplear para otros usos? En realidad sí. Por ejemplo se venden - al menos en otros países - cafés preparados cuya base contiene este tipo de mezcla. Cuando quieres calentar el líquido, basta con dejar que el aire penetre para tener un café que realmente se pone muy caliente, como recién salido del microondas.

Aquí podéis ver este tipo de almohadillas.


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