Proteger el hogar del frío extremo
Por mucho calentamiento global que haya, las oleadas de frío extremo se van a seguir produciendo y este próximo sábado entra en la Península Ibérica un frente de estas características que, sin ser alarmista, hay que mirar con recelo.
Aquí van algunos consejos para afrontar estos episodios de frío extremo.
Los hogares, al igual que las personas, están expuestos a repentinos y severos cambios de temperatura provocados por anómalas oleadas de frío o calor. Tales episodios suponen un desafío para los sistemas de calefacción y enfriamiento de las viviendas así como para la superviviencia de los habitantes de las mismas.
Aparte de las incomodidades que causan las temperaturas extremas en cualquier ámbito, es obvio que serán más perjudiciales allá donde no se las espera. Las consecuencias para los habitantes del Canadá no son las mismas si son golpeados por un episodio de calor extremo que si lo son por otro de frío polar para el cual poseen experiencia previa y preparación material para afrontarlo con garantías (lo cual no quiere decir que no les cause problemas).
La llegada de masas de aire polar o ártico hacen descender la temperatura a niveles muy por debajo de la habitual e igualmente masas de aire caliente procedente de zonas desérticas sitúan las temperaturas estivales en valores muy por encima de la media. Lo que ya es muy raro e improbable es ser azotados por temperaturas extremas opuestas a las predominantes de la estación en la que nos hallemos.
La alternancia de estaciones se debe al cambio de inclinación de la Tierra con respecto al sol. Este cambio, de unos 23 grados angulares, sitúa la perpendicular del sol más cerca o más lejos de las zonas de ambos hemisferios. Cuando está más cerca lo llamamos verano y cuando se ha alejado un máximo, es invierno.
En las zonas ecuatoriales la inclinación mencionada apenas se nota, por lo que no existen las estaciones que conocemos al norte o al sur, si acaso una temporada de lluvias y otra de sequedad (o de menos precipitaciones).
Esta inclinación se podría comparar con el giro de una peonza cuando va perdiendo velocidad. Parece ser que es el resultado del impacto contra nuestro Planeta, cuando aún se encontraba en formación, de un cuerpo celeste de dimensiones descomunales que desequilibró el eje originando este alabeo.
Por las circunstancias casuales de su generación se podría decir que es una singularidad de la Tierra, al igual que disponer del satélite que llamamos Luna el cual frena la rotación del eje permitiendo que los días posean 24 horas y una alternancia día/noche sobre la que se basa la vida que conocemos. Es probable que nuestro único satélite se formara con los desechos expulsados del mismo brutal choque cósmico origen de las estaciones. Si no tuviéramos las mismas ni Luna la vida aquí sería muy distinta o directamente no existiría.
La Tierra está rodeada de una atmósfera gaseosa dotada de su propia dinámica. Las zonas más alejadas de la radiación solar son más frías – los polos – mientras que las más cercanas – el ecuador – son las más calientes. El desplazamiento de las masas de aire entre áreas de altas y bajas presiones movidas por el Sol es lo que produce los fenómenos atmosféricos que conocemos.
Al alejarnos del Sol en invierno la temperatura tiende a bajar y los días a acortarse. En determinadas circunstancias masas de aire procedente de los polos pueden encontrar un pasillo o camino para extenderse más allá de su zona habitual. Si encuentra humedad en el aire se precipitará en forma de nieve, bajando las temperaturas a niveles propios de la zona de donde proviene. En caso de no encontrar humedad, extenderá un pesado manto de frío sobre el lugar afectado que se traducirá en heladas nocturnas.
Con el calor ocurre lo mismo, solo que en sentido inverso. Bolsas de aire caliente y seco avanzan sobre zonas ya recalentadas por el verano, arrastrando incluso polvo en suspensión si proceden de áreas desérticas.
En todo este proceso las masas de agua actúan como estabilizadoras de la temperatura. El mar tarda tiempo en calentarse en verano pero a su vez les cuesta bastante enfriarse en la estación fría (a no ser que existan corrientes marinas frías que circulen frente a la costa). El resultado es que la interacción en la costa entre tierra y agua resulta en un equilibrio térmico que redunda en una climatología mucho más benigna que en el interior.
De esto hay innumerables ejemplos. Por ejemplo, cuando el mar de Aral fue desecado por enormes proyectos de regadío, la climatología de aquella zona de Asia Central empeoró notablemente. Las tormentas de arena y las temperaturas extremas que a partir de entonces se produjeron obligaron a muchos habitantes a emigrar.
En cambio Nueva York, aunque se encuentra localizada en la costa, padece inviernos muy fríos. En este caso se debe a una corriente marina muy fría que circula frente a su costa y que impide que el mar actúe como estabilizador térmico.
Si no se dan oleadas de frío polar en verano o de calor extremo en pleno invierto se debe a la estabilidad y la dinámica de la atmósfera, así como con la forma en que se distribuye la energía solar sobre la Tierra a lo largo del año.
La Tierra y especialmente los océanos tienen una inercia térmica significativa. Esto significa que tardan tiempo en calentarse o enfriarse. En verano, la Tierra y los océanos están relativamente cálidos debido al calentamiento acumulado durante los meses de primavera y verano. De manera similar, en invierno, están relativamente fríos debido al enfriamiento acumulado durante el otoño y el invierno. Estos procesos no pueden cambiar rápidamente de un extremo al otro.
Además la cantidad de energía solar que llega a la Tierra varía a lo largo del año por la ya mencionada inclinación del eje de rotación de la Tierra y la órbita elíptica alrededor del Sol.
En el hemisferio norte, el verano ocurre cuando la luz solar incide de manera más directa, y el invierno ocurre cuando la luz solar incide de manera más oblicua. Esto establece una variación estacional natural.
Los sistemas climáticos y la circulación atmosférica, así como la presencia de masas de aire cálido o frío, están influenciados por muchos factores, incluidos los patrones climáticos establecidos y la posición de sistemas de alta y baja presión. Estos sistemas no cambian abruptamente debido a la inercia y a la dinámica de la atmósfera.
La transferencia y distribución de energía en la atmósfera y en la superficie terrestre se basa en un equilibrio dinámico que sigue patrones estacionales predecibles. Estos patrones mantienen las transiciones entre temperaturas extremas más gradualmente y de acuerdo con los ciclos estacionales.
Por decirlo de una manera práctica, no es previsible que ocurra un fenómeno climático extremo opuesto al imperante, como mucho acentuando el mismo.
No obstante nos abstendremos de verbalizar la palabra “nunca” o “jamás” porque hay una circunstancia que sí permitiría tal cosa. Para que se diera el caso de una nevada el mes de julio en el hemisferio norte, por ejemplo, la radiación del sol debería quedar alterada. Pues bien, tal cosa ya ha ocurrido en época histórica y hay indicios que en otros momentos de la Prehistoria.
El año 1816 se conoce como el año sin verano. Un inusitado descenso de la actividad solar combinado con la erupción del volcán Tambora en Indonesia, el cual lanzó a la atmósfera ingentes cantidades de cenizas que bloquearon la luz solar, provocaron que nevara en lugares como el sur de México y que literalmente desapareciera el verano, con lo que se malograron las cosechas provocando una hambruna colosal a nivel mundial.
Por tanto, en el caso de que se anuncien nevadas en pleno verano nuestros problemas vendrían más derivados de la mera supervivencia como especie que de protegernos del frío.
Frío extremo
Ante el anuncio de frío extremo deberemos preparar nuestro hogar de diversas maneras. La primera medida a tomar consiste en proteger el sistema de distribución de agua.
En primer lugar debemos mantener la calefacción en el interior de la casa durante la noche para evitar que las cañerías interiores se congelen, aunque sea a una temperatura moderada. En cualquier caso, nunca por debajo de los 12 grados centígrados.
Por otro lado mantendremos un hilo fino de agua en uno o varios grifos – los más expuestos, como son el baño y la galería o terraza-. El agua en movimiento es mucho más difícil que se congele.
Finalmente cubriremos con materiales aislantes las cañerías externas en superficie (es decir, aquellas que se vean a simple vista). Un buen material aislante y el más fácil de colocar es el plástico de burbujas, el que se emplea en embalajes. Si hay un tramo de cañeria que es exterior, es necesario cubrirla. Otra medida con frío extremo consiste en cerrar la llave de paso, cubrirla con un material aislante y vacías las cañerías abriendo los grifos. Si no hay agua en una cañería, no se puede congelar. Obviamente esto protege vuestra instalación pero no evita que la previa, la de distribución general, se pueda congelar. En cualquier caso si no tenéis acceso a la misma, solo podéis proteger vuestra red interna y al menos evitar que se congele y sufra desperfectos.
En todos los casos recopilaremos agua llenando bidones y barreños para su uso en consumo de boca, higiene personal además de emplearla en sustitución de la cisterna del inodoro que deberemos evitar vaciar. Todo esto último por si acaso la congelación de las tuberías es inevitable.
La mayoría de los desperfectos causados por las oleadas de frío extremos se deben a la congelación de las tuberías, por lo que deberemos ser extremadamente meticulosos al respecto.
En segundo lugar aislaremos lo mejor posible las ventanas y puertas. Podemos colocar burlete aislante o, si esto no es posible por cualquier razón, cubrir las rendijas con cinta aislante o de embalar. La cinta de carrocero es muy útil ya que es fácil de colocar y retirarla se hace sin esfuerzo sin dejar residuo.
Si como es lógico ya hace frío, bastará con pasar la mano por cualquier puerta o ventana para darse cuenta donde existe una entrada de aire a sellar.
Si en el interior de casa tenemos elementos de calefacción que empleen llama para quemar combustibles, y por tanto capaces de generar monóxido de carbono, deberemos revisar que las rejillas de ventilación no estén bloqueadas y que el tiro de la chimenea – si es que disponemos de una – esté en buen estado.
Si tenéis elementos de calefacción que emplean llama o combustión (braseros, chimeneas etc) tened siempre a mano un medidor de monóxido de carbono con alarma que indique que se está rebasando un límite máximo. Si no disponéis de tal aparato, mi consejo es que no encendáis ninguna llama en el interior a menos de que estéis muy seguros de que la ventilación es suficiente. Más vale protegerse del frío con mantas y abrigos que morir axfisiado.
Si hay peligro de que la nieve bloquee cualquiera de estas aberturas de ventilación o evacuación de humos evitaremos usarlas, empleando calentadores más seguros como los calefactores eléctricos. Si también hay peligro de apagón eléctrico, dispondremos de ropa térmica para protegernos en el caso peor.
Cuando cocinamos con electricidad y ésta falla es necesario disponer de un método alternativo para preparar comida. Contar con comida caliente es importante, especialmente reconfortantes sopas y caldos.
Una opción consiste en cocinar empleando pequeños hornillos de gas como los que se emplean en camping. Consisten en un aparato con uno o dos quemadores que se encienden empleando cerillas o generadores de chispas de tipo piezoeléctrico. Se alimentan con pequeños envases de gas, muy fáciles de cargar, que duran entre uno y dos días, dependiendo del uso que hagamos.
También existen quemadores que se instalan sobre bombonas de gas de mayor tamaño y por tanto de mayor duración. Lo mejor es dirigirse a una tienda donde se vendan efectos para la acampada y caravanas para un mejor consejo (en cierta manera la acampada es un excelente entrenamiento para situaciones de emergencia y supervivencia). Estos quemadores deben emplearse siempre en zonas bien ventiladas.
En el caso contrario es decir, si disponemos de quemadores de gas para cocinar y el suministro falla, deberemos disponer de sistemas de cocinado eléctrico como backup. Podemos también usar el microondas si somos hábiles cocinando con el mismo. Es decir, siempre tendremos un sistema alternativo para cocinar diferente al que usamos habitualmente.
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Previendo que quedemos aislados deberemos tener algunos suministros de comida no perecedera como latas o de tipo liofilizado, al menos para una semana. Así mismo deberemos prever luces de emergencia, tener baterías suficientes de repuesto así como powerpacks cargados a tope para los móviles además de estar atentos a las noticias, asegurándonos de disponer de al menos una radio AM/FM con suficiente autonomía energética.
Si en nuestra familia hay miembros que dependan de un determinado medicamento, haremos acopio del mismo así como de cualquier suministro necesario según la duración prevista del evento.
La nieve se debe retirar de las entradas del edificio o vivienda, así como del tejado y en general de cualquier lugar donde se acumule.
Cuanta más nieve retiremos de las aceras menos probabilidad de que se convierta en peligroso hielo. En algunos lugares se permite que los propietarios rocíen con sal las aceras limítrofes con su vivienda, aunque en muchos otros esto no se permite siendo atribución exclusiva de las autoridades.
El agua pura se congela a cero grados centígrados...y en el enunciado del anterior axioma se encuentra la razón de por qué se emplea sal contra la congelación.
Si conseguimos que la nieve - agua a fin de cuentas - no se encuentre en estado puro el punto de congelación será diferente. Si la nieve cae en un suelo con una temperatura superior a 0 grados ésta se convertirá en agua, pero si la temperatura es inferior al punto de congelación y cae mucha nieve, es más que probable que se acumule convirtiéndose en hielo.
La manera de evitar este efecto tan perjudicial para viandantes y vehículos es esparcir sal o un compuesto similar justo en el momento en que la nieve empieza a caer.
Cuando se inicia la precipitación de nieve los equipos de limpieza y emergencia deben estar preparados para esparcir la sal. Al principio es probable que la nieve no cuaje y se funda al contacto con el suelo, lo cual es una situación ideal : el agua disolverá la sal y no se formará hielo. Si hace mucho frío es probable que la nieve permanezca en el suelo desde el primer instante con lo que será necesario una aportación de calor para que funda. Esto se consigue con la simple fricción de las ruedas de los coches contra el asfalto o de nuestros pies sobre la calzada.
La disolución de sal en agua posee un punto de congelación muy inferior al del agua pura. Si en una cierta cantidad de líquido conseguimos que el 25% del peso total sea sal, el punto de congelación se producirá alrededor de los -23 grados centígrados.
Esta concentración de sal es difícil de conseguir y en la práctica el punto de congelación acostumbra a ser más alto aunque suficiente para asegurar la circulación sin peligro de personas y vehículos frente a nevadas moderadas.
Durante una gran nevada se llegan a esparcir centenares de toneladas de sal cuya acción sobre el medio ambiente está siendo muy discutida. Esta es la razón porque si nos encuentran esparciendo sal las autoridades nos lleguen a multar por no considerarnos capacitados para calcular las cantidades precisas.
Todo esto, ligeramente surrealista, puede ocurrir mientras ante nuestros ojos pasan los servicios municipales haciendo exactamente lo mismo. Así que antes de actuar conviene informarse sobre la regulación de tu pueblo o ciudad.
En algunas localidades se disponen de forma estratégica depósitos de sal que se llenan ante el aviso de nevadas o directamente cuando empieza el invierno. Dichos depósitos pueden ser de uso exclusivo de las brigadas municipales o bien abiertos a cualquier ciudadano.
La nieve se debe retirar también de los tejados para evitar que el peso afecte a la estructura del edificio.
Por regla general para los cálculos se emplea una densidad promedio de la nieve de 100 Kg/m³ aunque en la práctica puede variar entre los 50Kg/m³ hasta los 200Kg/m³.
Si tenemos un tejado plano de 20 x 20 mts y una acumulación de nieve uniforme en el mismo de 50 cm, el volumen de nieve será de 200 m³.
Para hallar el peso que soportará la azotea será de 200 m³ x 100 Kg/m³ = 20.000 Kg.
Para que os hagáis una idea, es como si de repente hubieran aparcado unos 14 vehículos sobre vuestras cabezas.
¿Se hundirá el tejado?
Veamos. Depende de la legislación de cada país y del tipo de azotea, pero se suele indicar que los tejados de los edificios han de soportar entre 20 Kg/m² y 30 Kg/m².
Si dividimos 20.000 Kg / 400 m² = 50 Kg/m²
Por tanto el peso supera con creces el valor admisible. Es muy probable que el arquitecto haya calculado un margen mucho más amplio, pero si no lo ha hecho tenemos un problema. Esta es la razón por la que debemos eliminar lo antes posible la nieve de los tejados, por si el arquitecto no fue generoso en los cálculos...
Para eliminar la nieve debemos ir con mucho cuidado. Si esperamos a que se acumule en grandes cantidades es posible que el techo se hunda estando nosotros sobre el mismo con la pala en la mano. Por esta razón debemos limpiar constantemente subiendo cuantas veces sea necesario a la azotea. Jamás hay que esperar a que la acumulación suponga no solo un peligro de derrumbe, si no para nosotros mismos.
¿Y si el tejado está inclinado a dos aguas?
En este caso en peso a considerar solo es el de la fuerza vertical que ejerce la nieve ya que la horizontal lleva a deslizar la nieve hacia abajo. Cuanto más inclinado sea el tejado, menos peso aparente tendrá la nieve y antes se deslizará. Esta es la razón del por qué en lugares donde nieva habitualmente los tejados son siempre inclinados (es un método que también se emplea en lugares con alta pluviosidad).
Como los tejados inclinados no son accesibles de forma segura, debemos asegurarnos de que la nieve cae lo antes posible. En las postales quedan muy fotogénicos los tejados cubiertos con una almoadillada capa de nieve pero en la práctica ha de caer cuanto antes mejor.
Para conseguir un rápido deslizamiento es aconsejable que la cubierta posea poco relieve, por lo que el empleo de tejas de arcilla (que se superponen unas sobre las otras) no es lo más recomendable. También es importante que sea de color oscuro. Si hay partes aún no cubiertas por la nieve, en cuanto aparezca un poco el sol la cubierta negra o oscura se calentará lo suficiente para derretir la nieve y que se deslice hasta precipitarse al suelo. Por esta razón en zonas con frecuentes nevadas las cubiertas muy inclinadas de piezas de pizarra, pulidas y encajadas para no mostrar relieve y que además es un tipo de piedra casi negra de la que se pueden extraer láminas muy finas, es la más adecuada.
En otros casos conseguir el deslizamiento requiere cierta ayuda externa. Para ello emplearemos varas de longitud suficiente para alcanzar el borde inferior del tejado. Agitaremos un poco la nieve de los extremos y con suerte caerá la nieve igual que si fuera un castillo de naipes. Esto se debería hacer preferiblemente desde el suelo, alejado de la trayectoria de caída o bien desde un balcón o ventana evitando el riesgo de caída usando un arnés que fijaremos en un punto firme de la zona.
Este mismo palo o vara nos puede servir para descolgar los carámbanos que se forman en el proceso de congelación.
Un carámbano es un trozo de hielo que se forma cuando el agua que gotea se congela. El proceso sucede cuando la nieve o el hielo formado en el tejado – o cualquier otro saliente de la fachada – se funde por los rayos de sol aunque sea muy débilmente. Cuando por la noche se produce la helada el agua se congela formándose estas espectaculares formaciones que sin embargo son muy peligrosas cuando son muy grandes.
Cuando el peso de las mismas es elevado o se produce una vibración en el edificio – por ejemplo por un simple portazo - pueden caer a plomo como si fueran cuchillos que se precipitan con la hoja apuntando hacia el suelo. Cada año se registran heridos e incluso muertos por carámbanos de gran tamaño que no se retiraron a tiempo.
Los más urgentes de eliminar son aquellos localizados sobre las puertas o lugares de paso de viandantes.
Tras la nevada llega los más peligroso: el hielo. El hielo no es más que el agua contenida en la nieve compactada por el frío intenso. De hecho la nieve contiene gran cantidad de aire mientras que el hielo no.
El hielo no es un producto que necesariamente está ligado a la nieve. Puede producirse cuando la temperatura es muy baja y la humedad ambiente se congela y un proceso similar puede ocurrir con los bancos de niebla, lo que se conoce como cencellada.
El hielo es el causante de gran parte de los accidentes automovilísticos tras la nevada, sobretodo en vías secundarias y calles donde la luz del sol apenas incide, además de provocar muchas fracturas a los viandantes. Por eso es muy importante retirar la nieve antes de que el agua que contiene se congele.
En el caso de que debamos caminar sobre hielo, por cualquier apremiante razón, debemos disponer de calzado con el máximo agarre e incluso emplear sistemas de fijación como los que utilizan los escaladores cuando atraviesan un glaciar o escalan por una pared de hielo.
Si esto no es posible, deberemos al menos seguir algunas pautas para obtener el máximo agarre.
En primer lugar buscaremos zonas de la calle o vía donde aún quede nieve y pisaremos sobre la misma. Es mucho más seguro avanzar sobre nieve que sobre hielo. Lo mismo si hay tierra visible en zonas ajardinadas que se han librado de la nieve porque árboles o arbustos la han frenado.
Si no hay otro remedio que pisar hielo, utilizaremos lo que se llama el paso del “pingüino”. Esto consiste en desplazar el punto de gravedad de nuestro cuerpo hacia delante, como si estuviéramos inclinados para resguardarnos de un fuerte viento que nos ataca de cara. Con pasos cortos y apoyando toda la planta del pie en el suelo helado conseguiremos desplazarnos sin resbalar.
Las caídas sobre el hielo suelen provocar traumatismos en los codos, roturas de cadera y otras lesiones en piernas y manos. La mejor manera de protegerse de las mismas es acolchar las partes más sensibles – las fracturas de codo son muy habituales por ejemplo, al interponer instintivamente esa parte de nuestro cuerpo contra el suelo – incluso empleando coderas, cascos o rodilleras. Mejor parecer ridículo que pasar por el hospital.
Es importante usar guantes tipo esquiador y sacar las manos de los bolsillos, siendo lo primero imprescindible para que ocurra lo segundo. Si una caída nos pilla con las manos dentro de los bolsillos es seguro que alguna fractura se producirá.
Evitaremos las calzadas y los márgenes de carreteras. Es una tentación desplazarse por ellas si se muestran libre de hielo por efecto de la sal vertida pero muchos vehículos pierden el control por causa de placas de hielo inadvertidas. Si no hay otro remedio que hacerlo, utilizaremos el arcén de la carretera desde el que veamos a los vehículos venir de frente. Ello nos dará margen – tampoco mucho – para apartarnos si vemos que se abalanza sobre nosotros.
Al caminar por las aceras no perderemos de vista el suelo ni tampoco los carámbanos que cuelgan de las cornisas. Cuidado también con los árboles cargados de nieve porque se puede romper una rama – o todo el árbol – y precipitarse sobre nosotros.
Respecto a las mascotas, si estas disponen de una caseta donde duermen en el jardín o tenemos una jaula de pájaros en el balcón está claro que no pueden quedarse allí durante el temporal. Todas las mascotas “convencionales” deben entrar en casa y disfrutar de las mismas condiciones de supervivencia que hemos creado para nosotros. Otros animales que por tamaño u otras razones no pueden beneficiarse de tal medida deben disponer al menos de un establo o zona de refugio donde la habitabilidad esté garantizada.
En el caso de que no dispongamos de calefacción de ningún tipo por avería u otra razón, podemos optar por sistemas de calentamiento personales. Básicamente hay tres: almohadillas calientamanos, calentadores USB y bolsas de agua caliente.
Almohadillas calientamanos
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Estos accesorios son bien conocidos por esquiadores y montañeros. No necesitan ser conectados a la corriente, ni poseen batería interna. De hecho no llevan ningún tipo de electrónica. Esta es la razón por la cual la consignamos en primer lugar, por su total independencia a otras fuentes de energía.
Se trata de unas pequeñas almohadillas que se pueden colocar en las manos, dentro de los guantes por ejemplo, y que al contacto con el oxígeno alcanzan una temperatura de hasta 55 grados centígrados.
Estas bolsitas "mágicas" también están disponibles para ser colocadas en los pies e incluso en el cuerpo, solucionando ese frío que se apodera de nuestras extremidades por mucho que nuestro cuerpo esté más o menos cálido protegido por el abrigo y capas y capas de tela.
Una de las particularidades de estas almohadillas térmicas es que una vez desprecintadas no es necesario emplearlas durante las 12 horas marcadas. Si solo las necesitamos un par de horas, el resto del tiempo no se desperdicia. Basta con introducir la bolsita en un recipiente hermético (por ejemplo una bolsa de las que se emplean para congelados) para que, al perder el contacto con el aire, se detengan la emanación de calor.
El calor que desprende la almohadilla térmica se debe a una reacción química inocua y que no es nada más que una oxidación de hierro.
En el interior de la misma hay hierro en polvo, vermiculita (una arcilla inerte), carbón activado y sal. Al contacto con el aire el hierro se oxida y desprende calor. Cuando el hierro se ha oxidado, se deja de emitir calor. De hecho si se abriera la bolsa se vería que ha tomado el color rojo característico de la oxidación de este metal.
Para que el sistema funcione solo es necesario que exista hierro y oxígeno, mientras que el carbón activado y la sal actúan como electrolitos para ayudar al flujo de electrones.
La inocua oxidación del hierro es muy similar a la combustión de cualquier material. Ambos desprenden calor pero en un caso es muy rápida (fuego) mientras que la otra es tan lenta que apenas se percibe, aunque en realidad sean reacciones químicas parecidas. De hecho este sistema acelera la oxidación y con ello el calor es perceptible (sin que jamás pueda hacer llama, la temperatura no alcanza valores tan altos ni de casualidad).
Una de las ventajas de estas almohadillas es que el resultado de la reacción son materiales perfectamente biodegradables y además son muy seguras: ni se sobrecalientan ni irritan la piel. Se pueden usar para mantenernos confortables cuando no hay otra fuente de calor disponible.
¿Este tipo de reacción se puede emplear para otros usos? En realidad sí. Por ejemplo se venden cafés preparados en vasos plásticos cuya base contiene este tipo de mezcla. Cuando quieres calentar el líquido, basta con dejar que el aire penetre para tener un café que realmente se pone muy caliente, como recién salido del microondas.
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Calentador USB
El ubicuo conector USB que encontramos en casi todos los aparatos electrónicos tiene infinitas utilidades. En principio fue creado para interconectar dispositivos y de esta manera facilitar el intercambio de datos pero ésta es sola una de los usos que se le puede dar.
La genialidad consistió en que para alimentar a otros dispositivos se hizo que a través del mismo cable viajaran 5 voltios capaces de suministrar hasta 4 watios de potencia. No es gran cosa (en la actualidad algunos tipos de conector USB pueden dar hasta 120 watios), pero gracias a esta mísera potencia se ha desarrollado una potente industria de gadgets que incluye calentadores de tazas, luces de escritorio LED, ventiladores, mini refrigeradores y otro montón de cosas útiles, otras no tan útiles y algunas simplemente prescindibles, puro objeto de regalo cuando ya no sabemos qué regalar.
Uno de los inventos que realmente funciona es el calentador de manos. Se conecta a un cargador con salida USB (a un ordenador, un cargador etc) y una vez cargado posee una doble funcionalidad.
Por un lado, la que nos interesa, se calienta lo suficiente para que al sujetarlo obtengamos una agradable sensación de calor. Posee una capacidad de unos 10000 mA/h, lo cual le da una autonomía de unas 7 horas (con 2/3 horas de carga previa para que alcance el máximo).
La verdad es que aunque haga mucho frío poder tocar este pequeño calefactor lo alivia bastante. Además, cuando no lo necesitáis – durante el verano - se puede emplear como powerbank. En la posición de calor off puede dar hasta cuatro cargas a un móvil de gama media.
El gran inconveniente es que debemos contar con corriente eléctrica para cargarlo. Si no es así, cuando se agote la carga volveremos a pasar frío.
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Bolsas de agua caliente
Son un remedio tradicional que en casos de emergencia vuelves a recordar. Se suelen utilizar sobretodo para calentar camas.
Consisten en una bolsa de goma que se rellena de agua caliente. Luego se cierra con un tapón de seguridad anti vuelco para que no escape el agua. Para mantener el calor se suelen encerrar dentro de una bolsa de tela gruesa.
Se puede dormir con ella o bien emplearla solo para calentar previamente la cama.
Son una buena solución pero al igual que el calentador USB necesitamos calentar el agua, por lo que dependemos de una fuente externa de energía.
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